La gente no existe

El rechazo por el término «la gente» lo experimentamos hace menos de un año, aunque fue durante la década de los noventa que tuvo sentido su aplicación cómo lógica de dominación. Esta diferencia temporal se puede explicar en parte por la expansión de los medios masivos de comunicación y su adopción virulenta de la expresión popular. Por caso el slogan «TN y la gente» es de este año. Macri y sus «vecinos» forma parte de lo mismo.

No sabemos si fuimos los primeros en observerla, pero seguro que no los únicos: algunos comunicadores e intelectuales ya hicieron referencia al tema desde sus propios espacios. Por el momento transcribimos más abajo (seleccionen la opción «Leer el resto de esta entrada») dos alegatos que muestran claramente nuestra posición. Así y todo, son sólo una muestra y los invitamos a ustedes lectores, a que que colaboren y aporten tanto casos en los que se hable de «la gente» como casos en los que se analice esta aberración del lenguaje.

Desde ya, nos comprometemos a continuar el análisis de tan irritante fenómeno.

«Después pasaron años, la política se transformó en mala palabra y apareció lagente: el concepto más representativo de los noventas, que intentaba borrar las diferencias sociales y económicas entre las personas y caía en la completa indistinción, la pereza o malicia o cobardía nominativas donde un gerente general y su mucama no se diferencian –como si tuvieran los mismos intereses–». Escribió el periodista, historiador y escritor Martin Caparrós acá.

«Para impugnar la idea ombliguista de que el periodismo político –o el debate político– calienta multitudes, para dudar un poco sobre las teorías de la manipulación perfecta e incluso la del poder real de las hegemonías comunicacionales, para poner de relieve la importancia de lo cultural antes que la división de clases, para impugnar el sambenito de “la gente opina”, “la gente cree”, “la gente está cansada de”. Uno se pone reiterativo pero es que la tele gana por goleada y hay que poner corazón y pases cortos: no hay “gente”. Hay una familia colla que acaba de perder sus tierras gracias al auge del turismo en Tilcara, hay una mujer que consume ansiolíticos a escondidas en un departamento de tres ambientes, hay un pibe dándose con paco tras la pelea entre su tía que intenta ser madre y el quinto amante de esa madre dificultosa, hay alguien vistiéndose para ir al club, hay un metalúrgico temiendo la suspensión, hay alguien arreando ovejas en el sur, hay un estatal que mira pasar funcionarios, hay cinco o seis o quince millones de deprimidos haciendo zapping, hay quien espera el cambio de semáforo y putea, hay un preso fumando, un adolescente mandando el mensajito “llegué bien”, hay una vecina que baldea». Escribió el periodista Eduardo Blaustein acá.